A mi querida coral Francisco Piquer

24.01.2013 00:00
Mª Carmen Romero Garcinuño

 

El cinco de febrero de 2011 dimos el último concierto del recorrido de nuestra coral y ese final me dejó tan angustiada que hasta ahora no he tenido ánimo para escribir un recuerdo sobre ella que me durará toda la vida.

Conocí la coral por medio de un antiguo y destacado miembro como fue José Antonio León, el me invito a un concierto al que fui, y quedé encantada, tanto que al decirme que necesitaban voces no dudé, y él mismo me presentó a su director, José Vicente Alcérreca (hoy entrañable amigo) quedamos para hacer la prueba de voz, y aunque siempre había cantado de soprano en otras corales, el me dijo que estaba en el límite entre soprano y contralto, y como en ese momento lo que faltaban eran de esta última, me quedé en la cuerda de contralto, eso fue en octubre de 1989.

Han sido 22 años de andadura en la coral, debo decir de los mejores de mi vida, han sido muchos conciertos, algunos muy importantes y satisfactorios, muchas agradables experiencias, muchos viajes, y también muchos sacrificios, dejándolo todo para asistir a los ensayos, pasando mucho frío en invierno durante los conciertos, sobre todo en los pueblos de la sierra, y calor en verano con nuestras túnicas, porque el aire acondicionado aunque la iglesia lo tuviera, no se podía poner para evitar el ruido, pero ante un concierto todo esto lo pasábamos con gusto porque lo único que queríamos era cantar, y no importaba en qué circunstancias.

De lo mejor que ha tenido nuestra coral siempre ha sido el compañerismo, éramos como una gran familia, en la que no había ninguna rencilla y todos nos encontrábamos muy a gusto. Cuántos cumpleaños hemos celebrado juntos y cuantas celebraciones que siempre queríamos compartir con todos.

En el camino hemos perdido algunos compañeros, mi más sentida pena por ellos, pero el más destacado y querido Manolo nuestro gran tenor, que nos dejó desolados, y recordándole siempre.

Una de las experiencias más agradables fue la Navidad en la que se instaló un escenario por Caja Madrid enfrente del Teatro Real para cantar villancicos, por allí pasaron varias corales durante toda la Navidad, la nuestra fue tres días y fue muy valorada y escuchada por mucha gente que pasaba por allí y se quedaban para escucharnos, fue muy gratificante y bonito.

Todo iba transcurriendo sin problemas, avalados y ayudados por Caja Madrid, de la que estábamos orgullosos de representar en todos los conciertos, pero poco a poco empezaron a surgir, primero con cambios en la Obra Social que según los directivos de cada momento veían de una manera u otra a la coral, fueron bajando la subvención que teníamos para poder funcionar, hasta llegar a la supresión total. Los conciertos fueron disminuyendo, y nuestro director empezó a tener problemas en los ojos, con lo cual llegó el fin, muy a pesar de todos, que lo único que queríamos era SEGUIR CANTANDO.

La Navidad de 2010 nos reunimos para celebrarla como todos los años, y aunque queríamos cantar villancicos como siempre, en el ambiente había bastante tristeza, sabíamos que el lugar de ensayo donde estábamos se dejaba el 31 de diciembre, esto quería decir que era la última que celebrábamos, y cuando el director dijo que había que recoger todas las cosas para dejar el local vacío, pues las paredes estaban llenas de placas, trofeos y fotografías, sentí un gran escalofrío que me dejó paralizada durante unos segundos, ya sabíamos que esto llegaría, pero tener que desmantelar y vaciar la sala fue bastante duro y penoso, pero sobre todo me sorprendió bastante cuando unos pocos se lanzaron enseguida a coger algunas piezas como si se tratara de un botín que había que coger a toda costa, eso para mí fue bastante triste, porque había cosas para todos, y todos nos quedamos con algún recuerdo. No había tanta prisa en empezar a desmantelar la sala.

Nos volvimos a reunir un año después, una noche para cenar, y todos estábamos con muchas ganas de volver a vernos, lo que nos alegró mucho, pero a pesar de todo en el ambiente había frialdad, parecía como si ya no fuéramos los mismos. Después de cenar como siempre hacíamos cuando nos reuníamos cantamos, Nabuco, teníamos tantas ganas de cantar que quedó precioso, aunque hacía más de un año que no cantábamos juntos, pero ahí acabó todo, porque algunos empezaron a marcharse y ya aunque nos hubiera gustado seguir cantando no podía ser.

Es una pena que después de 35 años de andadura y con un bagaje importante la Coral Francisco Piquer se haya diluido como un azucarillo sin que nadie haya hecho nada por evitarlo.